Así es la vida ( y así acaba)

Nunca pretendió ser el mejor en nada de lo que hizo. Nunca, salvo aquella vez en la que ella estaba de pie, junto a la máquina de Coca-Cola y mirando con aquella cara.

Fue entonces cuando él cruzó todo el hall del edificio para ir a hablarle y decirle lo mucho que sentía haber herido sus sentimientos. Solo eso, nada más. Una disculpa sincera y reafirmativa a la vez de la amistad que tantos años les había unido y que ahora se estaba echando a perder...

Seguía en su labor silenciosa de cruzar el trozo de espacio vacío que les separaba cuando tropezó con una de sus cordoneras y se calló de boca contra el suelo.
Ella no se rió, ni siquiera lo miró. Ya nada era importante si estaba relacionado con el que había sido su amigo durante tantos años. Ya nada pudo hacer.

Dos días después, él murió de un infarto de miocardio y se llevó a la tumba todas sus buenas intenciones, todas sus ganas de arreglarlo todo.

Ella perdió a su único amigo de verdad y el poco orgullo que le quedaba.